miércoles, 10 de abril de 2013


EN UN DIA LUMINOSO

 

               Ya había oscurecido cuando me di cuenta de que me había pasado. Vi el cartel que me indicaba que la próxima ciudad era Frías y decidí seguir. Sabía que podía llegar a mi destino a partir de ahí pero el chico de la estación de servicio me sacó la idea.

               -Es un camino muy malo para hacer de noche. Hay vados, no se lo aconsejo.

               Le pregunté por un hotel y me dijo que el de la plaza era el mejor. No me venía mal prolongar la llegada porque una noche solo y casi aislado me permitiría reflexionar sobre la búsqueda que había emprendido.

               Mi optimismo y buena disposición se vino abajo cuando vi el hotel. El único de Frías. Tenía un cartel que ostentaba como detalles de confort las palabras "calefacción y café expresso". No obstante la atención del encargado y la tira de asado que comí en la parrilla que me recomendaron me reconciliaron con el lugar. No podía faltar un buen budín de pan acompañado con dulce de leche, porque crema no había.

               -No llegó el camión, me explicó el mozo que vestía una chaqueta bordó a la manera antigua.

               La máquina de café no funcionaba. Pensé que si sucedía lo mismo con la calefacción buena noche iba a pasar. Pero me equivoqué y la cama resultó muy cómoda.

               -Cambiamos todo el equipamiento del primer piso hace un mes, me dijo el encargado.

               Esa era mi esperanza y al principio pareció cumplirse. Cuando me desperté me di cuenta de que había dormido tres cuartos de hora escasos. Totalmente desvelado fui al baño y después intenté dormirme de nuevo. Fue inútil porque empecé a pensar en Mariela y en nuestro próximo encuentro, si es que la lograba ubicar. Que le iba a decir cuando la viera no lo sabía. Hablar de lo que había ocurrido era impensable. Nombrar a la nena de forma natural, yo no iba a poder. Mejor no hacer ningún plan y dejar que todo fuese espontáneo o esperar a ver su reacción.

               Inmediatamente después del accidente se mostró comprensiva. Con el correr de los días fue cambiando de a poco hasta que se volvió hostil y, en los breves momentos en que nos cruzábamos (porque trataba de evitarme todo el tiempo) comenzó a hacerme reproches. Luego, sucedió lo que yo temía. Una noche me encaró y me echó la culpa de todo. Al día siguiente desapareció. Me dejó una nota que decía que se tomaba un tiempo, que estaba muy angustiada y que necesitaba alejarse. Que no la llamara. Se quedaría en casa de sus padres.

               En algún momento me dormí porque me sorprendió el amanecer tardío del invierno. La persiana se había clavado a mitad de su recorrido y no hubo manera de hacerla correr. Me duché, tomé mi bolso y me fui a desayunar. ¡Qué pueblo antiguo este! Parecía que aún no había llegado la ley anti tabaco porque el saloncito era una humareda.

               Mientras masticaba una medialuna volví a recrear mis días con Mariela. Un fugaz año de novios y la decisión de casarse enseguida cuando nos enteramos que estaba embarazada. Las cosas no nos iban mal porque los dos trabajábamos y habíamos conseguido un departamento chico pero confortable en Villa Urquiza. Y cuando Candela cumplió los tres años hicimos nuestra primera vacación.

               -Si no le molesta retroceder unos kilómetros le conviene volver a San Antonio y tomar la ruta ahí, es todo camino asfaltado. Yo le aconsejaría...

               Le hice caso. Con este auto nuevo me daba un poco de miedo largarme por el ripio. Además me daba oportunidad a prolongar algo la llegada. Tenía miedo.

               Lo sucedido no se podía cambiar y ella se había ido muy resentida. Como nunca me planteó el separarnos yo estaba esperanzado en que aún me quería y por eso emprendí este viaje, para recuperarla. Me gustaba ese sol que me brindaba un calor promisorio. "El día acompaña" pensé mientras pasaba por los pueblos polvorientos y de construcciones bajas. La gente me miraba y los niños me saludaban al pasar. En esos lugares siempre conocen a los forasteros y se deben de preguntar qué es lo que buscamos allí.

               Disfruté la flamante ruta bien señalada y solo me crucé con dos autos. Fue cuando me pregunté si la encontraría. Si estaría todavía con Julia en la casita de adobe o se habría ido a otro sitio. El dato me lo había pasado la madre con la promesa de que no le diría que fue ella.

               -Si te pregunta, inventá cualquier cosa pero no me mandés al frente, por favor-

               Emprendí este viaje con tanto entusiasmo que, ahora que estaba llegando, me entraba la desesperanza. Encima el desayuno bailaba en mi estómago y no estaba seguro si eran las vueltas del camino o los nervios que se manifestaban. De todos modos faltaba poco para el pueblito. Ahí iba a descansar un rato y después me pondría en campaña para localizarla.

               -Tiene que cruzar el río dos veces y después se mete por un sendero que sale a la izquierda. Lo lleva hasta el rancho de Julia.

               Como eran solo tres kilómetros preferí caminar. Un auto en esos parajes se anunciaba enseguida. No le pregunté nada más, si la chica vivía sola, si estaba alguien con ella. No quise  mostrarme muy interesado. No valía la pena. Tenía que comprobarlo por mi cuenta así que le agradecí y emprendí el camino a pie con todas las miradas encima.

               Crucé el río una vez y después comenzó el camino de ripio. Volví a cruzarlo y encontré el sendero que subía. Me abrí paso entre los arbustos espinosos. Algún que otro rasguño era lo de menos ante el paso que estaba por dar. Pero mi estómago se estrujaba cada vez más.

               Al llegar a la parte alta me detuve y miré a mi alrededor. Desde un punto podía ver el río abajo. En la orilla había alguien lavando ropa. El frío mañanero había dejado lugar a una apacible mañana sin viento y muy soleada. El río, el ranchito y el cielo casi blanco por la luz del sol se me antojaron una postal. Quedé paralizado. El paisaje era algo con lo cual yo no había contado. La chica que lavaba la ropa miró en mi dirección. No era Mariela. Creo que no alcanzó a verme porque después siguió tranquila con su tarea. Había algo en el ambiente, una fuerza que me mantenía pegado al suelo. Ni siquiera sabía si iba a poder volver sobre mis pasos. Recordé aquel día fatal. Era luminoso como este y el sol me cegaba.

 

KIKA

5 DE ABRIL DE 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario