viernes, 2 de octubre de 2020

 

HACE COMO CUARENTA AÑOS

 

“Cuando el viento tira para abajo es mejor no estar atado a nada…”

 

Con esta costumbre que tengo de navegar por Internet, que no sé si es útil o no. Seguramente lo es cuando tengo que hacer algún deber o cuando, para pasar el tiempo, empiezo a buscar cosas del pasado.

Y en eso estaba cuando te encontré y junto con vos encontré una pila de recuerdos también, buenos y malos. En realidad buenos todos, salvo el último, o sea la última noticia que tuve de tu existencia. No tenía ninguna foto tuya; y ahora encontré esta. No olvidé tu rostro, lo tengo en la mente como si fuera ayer cuando te dormías sentado en la clase de la señora de Torres. “Bendito tu eras…” ¿Cómo hubieras sido a los sesenta? ¿Serías abuelo como yo? En cualquier caso te ahorraste el dolor de ver partir a una hija que por una de esas casualidades se llamaba como la mía. Mirá, te pasé los apuntes a máquina, quedate tranquilo. ¿Mañana también llegás tarde? ¿Cuándo te dan la baja? ¿Vas a poder estudiar para los exámenes? Las chicas, creo, te estaban haciendo el trabajo práctico.

Che, Ana tiene un choc choc en la cartera ¿te animás? ¿Quién lo saca? Vos, por supuesto, yo no toco la cartera de una mujer. Venía la pobre de vuelta al lugar donde había dejado la cartera semi abierta con la golosina que sobresalía tentadora. ¡Qué rico está! ¿Quién me sacó el choc choc? ¡Fuiste vos! Claro, vos eras el culpable por ser hombre; yo estaba salvada. El objeto de la discordia ya había sido tragado y deglutido, aunque no con tranquilidad. ¿Yo meter la mano en la cartera de una dama? ¡Jamás! Y en eso no mentiste, vos eras la mente y yo la acción. Año después se lo confesé a mi amiga, ya éramos esposas y madres, ya nada podía empañar nuestra amistad. 

Y ahora estamos en el estudio de televisión, y vos me llamaste a los gritos. Apenas podía darme vuelta, estaba de ocho meses. Venía la tercera, yo pensaba que sería un varón. Te presento a mi esposa, me dijiste y yo te respondí: estoy con el mío, aunque ya lo conocés. ¡Cuánto tiempo juntos! Cuarenta años. Seguro que lo conozco, nos recibimos el mismo día y me invitaron a comer. Sí, vos estabas solo, y te invitamos a la parrilla de Cabildo y Pico; La Rueda, se llamaba. ¡Qué épocas! Yo te encuentro con un poquito menos de cabello. ¡Qué diplomática soy para decir las cosas! Te queda bien, te hace un hombre maduro y buen mozo. Igual mantuviste, mantenés esa cara de nene. Miráme a mí, tengo arrugas y canas, vos no. ¿Ya estarías jubilado? A ambos nos llevaron los alumnos de quinto año al canal, al famoso Feliz Domingo.

Está oscureciendo, el cielo se puso gris y parece que va a llover. ¿O soy yo que me puse nostálgica?

 

Y ahora estás acá, me mirás desde el nuevo LCD de diecisiete pulgadas. No sabía que tenías el bigote así, tipo Lenín, te queda bien aunque ahora se ve un poco antiguo, de los setenta. Tengo que ir a preparar algo de comer. ¡Cómo se pasa la hora! No sabía  que vivías en Olivos, está lindo, hay casas nuevas y algunas antiguas. Pero yo soy del partido de San Isidro. ¿Qué estoy diciendo? Soy porteña, del Barrio Norte.

 

            Llaman a tu puerta, a los golpes. Son las cinco de la mañana, hace frío, siempre vienen de madrugada, es a propósito, porque asusta más. Entran seis tipos, tu esposa llora, las nenas también. Te llevaron, te llevan encapuchado. Te metieron en un Falcon y no se supo nada más.

 

Carlos Alberto Gudano. Veintinueve años. Estaba casado y era profesor de Geografía. Desaparecido el diecisiete de agosto de mil novecientos setenta y seis de su domicilio de Olivos. No hay testimonio de su paso por un CCD

 

 

Eso es todo.

 

Kika

2007