jueves, 13 de diciembre de 2012


 

 

EL GATO

                                 

         

Era una mujer muy bella aunque de mirada extraña. En la ciudad decían que uno de sus ojos era de vidrio. A Malik esto no le importaba, porque .él era un ladronzuelo y lo único que le interesaba de Amyra  era el cofre que se encontraba en un ángulo de sus aposentos, donde la mujer guardaba sus joyas y monedas de oro. El muchacho planeó todo con el ayudante de cocina de la casa  Durante la cena, la copa de Amyra iba a tener un poderoso somnífero y, una vez dormida, Malik podría alzarse con el tesoro del cofre.

          Llegó a las ocho en punto, ella lo recibió  feliz. Conversaron de mil cosas. Cerca de ella un gato enorme, color negro azulado, los observaba, a veces dejaba su lugar sobre el almohadón e iba a refregarse a los pies de la joven. Ella lo trataba con gran cariño y él respondía a sus caricias con un ruidoso ronroneo.

          Cenaron  carnes, hortalizas, frutas y dulces. Cuando llegó el momento de tomar el café, Malik ya estaba preocupado. Amyra había bebido bastante y seguía muy vivaz; los yuyos ya tendrían que haber hecho su efecto, pero nada pasaba. Al contrario, ella seguía hablando animadamente. Y además estaba ese gato, cuya mirada lo ponía sumamente nervioso. Por fin le preguntó: -Amyra, ¿quieres mucho a ese gato, no es así?. 

-Claro que sí, lo amo porque me trae muchos recuerdos.

-¿Buenos o malos?

-De los dos

-¿Por qué no me cuentas?

-¿Estás seguro de que quieres saber acerca de Yuf?

-Claro que sí, cuéntame, me muero de la intriga.

-Pues bien- comenzó  Amyra. -Hace muchos años yo tenía un amante que era muy hermoso. Al principio me demostraba constantemente su cariño, me hacía regalos y vivía pendiente de mí. Con el tiempo su amor comenzó a enfriarse. Me trataba mal, un día  hasta llegó a burlarse de mi ojo de vidrio-.

-¡No puedo creerlo!-, dijo Malik. En realidad  no le prestaba mucha atención a la historia, estaba muy nervioso. ¿El compañero lo habría traicionado?

-¿Y entonces, qué pasó?

-Bueno- continuó Amyra, -faltaba lo peor, un día trató de robar mis joyas.

Malik sintió un escalofrío pero trató de disimular.

Ella siguió con el relato.

-Con la ayuda de mi magia lo transformé en este gato que quiero tanto. Extendió la mano para acariciar al animal.

-Ven acá, gatito, ¿estás  contento de ser mi esclavo para siempre?.

 

El horror se pintó en el rostro de Malik, que huyó despavorido. Salió a los jardines y encontró el muro, lo vio enorme, pero tomando impulso lo saltó, se sentía muy ágil y raro a la vez. El camino a su casa le resultó doce veces mas largo de lo habitual. Sin embargo llegó aliviado y más tranquilo. Tranquilidad que le duró un instante; tuvo que escapar de las garras de su fiel y bienamado perro.

 

 

Kika

23 de marzo de 2002

miércoles, 5 de diciembre de 2012


CRONICA DE UNA INFAMIA

 

Esta historia está basada en hechos reales

 

Domingo 15 de julio de 1962

La silueta del hombre se distingue a través de la bruma de la madrugada. Camina despacio detrás de su perro y, de vez en cuando lo llama con un silbido. El animal adelante saltando alegremente trata de atrapar a cuanto pájaro encuentra. Cada tanto se detiene y mira impaciente al amo como invitándolo a compartir su carrera.

Pero esta vez algo le llama la atención. Husmea entre los arbustos cercanos al alambrado y comienza a ladrar.

-¡Bobi! ¿Qué pasa? ¡Vas a despertar a la gente de la casilla! ¡Silencio!

El perro no hace caso y entonces el hombre apura el paso para intervenir. Al acercarse al sitio ve algo que lo deja estupefacto. Una mano asoma del suelo húmedo. El perro ladra ahora desesperado y escarba la tierra.

-¡Quieto Bobby! ¡Salí de ahí!.. ¡Qué perro de mierda! ¡Me tiene podrido!

Le da una patada para alejarlo. Con una madera raspa la superficie del terreno. Debajo de la mano asoma un brazo. No quiere ver más. No está preparado para lo que sabe que va a venir. No es cosa de él. Para eso está la policía.

 

Martes 29 de mayo de 1962- 20 hs

Llueve. Clara está sentada frente al televisor pero no mira. Tampoco le presta atención a la labor de tejido que tiene entre sus manos. De vez en cuando observa la puerta de entrada y suspira. Hoy hay paro general. El marido se debe haber retrasado y la nena se encaprichó con ir a la clase de inglés a pesar de que no andan los colectivos.

Siente la puerta del departamento. Enrique entra eufórico.

-¡Hola Clara! ¿Escuchaste las buenas noticias? En dos días ejecutan a ese degenerado. ¡Al fin va a pagar sus culpas! No se pueden quejar del trabajo que hice.

A pesar del frío tiene las mejillas arreboladas.

-Claro que sí. Modesto pero muy valioso. ¿Cómo fue el día hoy?

-Normal para mí.

-¿Mucho lío en el centro?

-Al contrario, parece un día feriado. No hay nadie por la calle. Pero no hubo disturbios. ¿Y Norma?

-Fue a su clase de inglés.

-¿Cómo se le ocurrió ir? No hay transportes. ¿Cómo la dejaste?

-Viste como es, no se le puede decir nada.

-Si, ya sé cómo es. ¿Qué mal hicimos en la vida para que nos salga una hija así?

-Es como todas las chicas de su edad, un poco rebelde y nada más.

-Se la pasa encerrada en su cuarto escuchando esa música de locos.

-De todos modos iba a ir caminando, no es tan lejos.

-¿A que hora termina?

-Cerca de las ocho pero le dije que saliera antes.

-¿Y cuánto hace que se fue?

-Más de dos horas, tenía que ir antes a lo de Susi y buscar unas fotos.

 

Lunes 28 de mayo de 1962

-Diga, don Pedro, ¿mañana abre el negocio?

-Mire señora Galíndez, a mí la CGT no me da de comer así que abro igual.

-Tengo que comprar unos zapatos para el nene pero quería venir con él para que elija. Seguro que mañana no va a ir al colegio.

-Venga tranquila, a lo mejor tengo la persiana baja. Toque timbre y la atiendo.

La señora Galíndez saluda y se encamina hacia su casa.

“Es buen hombre” piensa, “hasta protegió a la pobre chica del degenerado de su padre. Y tan trabajador. Vive para su familia, me consta, lástima que la pobrecita de su mujer contrajo esa enfermedad horrible. Lo critican, pero estoy segura de que le tienen envidia, con ese auto último modelo y su negocio, además que es peronista…la gente es tan mala a veces…”

 

Martes 29 de mayo de 1962-21.30 hs

-Vengo a hacer una denuncia por la desaparición de mi hija.

-¿Cuánto tiempo hace que está desaparecida señor?

-Tenía que llegar a casa alrededor de las ocho. Salía de su clase de inglés a las ocho menos veinte. Sus amigas no saben nada.

El suboficial sonríe y menea la cabeza.

-Señor, ¿está seguro de que no anda por ahí?

-¡Conozco a mi hija! ¡Es una chica seria! Jamás llega tarde sin avisar.

Enrique empieza a gritar, está fuera de sí. Clara trata de calmarlo.

-Señor, cálmese. Le tomaré la denuncia, quédese tranquilo.

 

1 de Junio de 1962

-Mirá mami, mirá la foto de esta chica. Dice que está desaparecida. Tiene carita de buena, mirá, pobrecita.

-¿Qué le habrá sucedido? ¡Qué horror! Quién sabe. A lo mejor se fugó con el novio.

-Y, sí. No hay que pensar solo en lo malo.

-¿Y no dice nada más?

-Sólo sus señas y cómo estaba vestida y dónde puede haber desaparecido. Es en Floresta. Puede ser que ahora esté vivita y coleando en algún lado con el novio. ¡Jajaja!

-Nena, calláte. Ni en broma lo digas. ¡Pobres padres! ¿Sabés lo que deben estar pasando?

 

 

26 de agosto de 1962

Cementerio de La Tablada

 

Clara solloza fuertemente apoyada en el hombro de su marido.

-Enrique, no estoy segura de que sea ella.

-Estaba irreconocible, pobre Normita, pero lamentablemente el odontólogo y las huellas dactilares lo confirmaron.

Era una esposa muy sumisa que no se atrevía a contradecir a su marido. Pero interiormente estaba segura de que la investigación que se había llevado a cabo a raíz de la desaparición y posterior asesinato de su hija dejaba bastante que desear. No se habían tenido en cuenta muchos aspectos y, a su entender, no se había interrogado lo suficiente a la persona que encontró el cadáver. Pero parecía que Enrique quería terminar con todo enseguida. Que cuanto antes sepultara a su hija, y así se lo había dicho, iba a ser mejor para todos. Quería evitar que se investigara a la joven. Tenía la certeza de que mejor era no averiguar más. No estaba seguro de que tipo de amistades se rodeaba Norma y prefería no saber.

 

Un año después

 

-Creo que ya podemos quedarnos tranquilos, Clara.

-Tranquilo vos, yo no me conformo así nomás.

-Encontraron al asesino. ¿Qué más podemos pedir?

-¿Están seguros que fue ese hombre? Yo ni siquiera se si el cadáver era el de mi hija.

-Las huellas dactilares…

-Hubo cosas que no coincidían.

-El dentista…

-Eso es cierto, pero yo no sé. ¿Por qué no querés que exhumen el cadáver?

-¡No! No voy a dejar que hagan eso. Todo terminó, ya está. ¿Me entendiste? Mi hija murió violada por unos degenerados. Ella no tuvo nada que ver. La secuestraron en la calle y la drogaron. Después de que pase todo nos vamos de este país. Si vienen los peronistas de nuevo no quiero imaginarme lo que va a pasar.

-No sé, no sé dónde vamos a ir a nuestra edad.

-¿Adónde vamos a ir? ¿Qué duda tenés? A Israel, por supuesto.

-¿Creés de veras en el testimonio de esa chica? Es una prostituta.

-Prostituta o no, le creo. Ese tipo la tiene que pagar.

Clara no quiere discutir más. Lo que la atormenta es la imagen de su hija violada No puede creer que su niña haya tenido un fin tan horrible. ¿No le bastó al asesino golpearla y ahorcarla con un alambre que tuvo que clavarle un cuchillo en el pecho?

 

1965

 

-¡Buen día don Pedro! ¿Cómo está usted?

-Señora Galíndez! ¡Qué alegría!

-No sabe cuánto me alegro que se haya hecho justicia. ¿Cómo están los hijos?

-Bien, bien, señora, le agradezco.

-Mire si es infame la gente. Inventar todo eso para perjudicarlo. Pero vio, a la larga Dios interviene y pone a cada uno en su lugar. ¡Lástima que para ello haya tenido que sufrir en la cárcel! La gente tiene que saber que usted es y fue siempre una persona respetable.

-Gracias señora Galíndez, pero acá si  hay una perjudicada es la pobrecita que mataron. No se extrañe que sea una venganza. El padre fue informante en el caso Eichmann.

-Todo puede ser. ¡Todavía quedan nazis en este mundo! Si no le parezco indiscreta, le hago una pregunta.

-Adelante señora, como usted dice se tiene que conocer la verdad. No tengo nada que ocultar. Soy un honesto comerciante que se gana la vida trabajando y que cumple un papel cívico en defensa de los intereses de la población.

-Pues bien. ¿Conocía a toda esa gente que lo acusó?

-¿Usted que cree señora? Mi negocio, mis hijos y la casa me llevan casi todo mi tiempo. Hace poco que enviudé. Mi único lujo es el Káiser Carabela. Y me gusta la política. Eso es todo. No tengo tiempo ni ganas de complicarme la vida frecuentando gente de mal vivir y prostitutas.

-¡Cómo se retractó esa chica!

-Es una pobre desgraciada. Alguien le pagó por acusarme.

-Se dice que a los grandes hombres se los conoce por los enemigos. No se deje amargar la vida. Además parece que los demás declararon bajo tortura. Ésa es la policía que nos cuida. ¡Qué barbaridad! Pero lo principal es que está usted bien. ¿Cómo va el negocio?

-¿Sabe algo? Nunca vendí tantos zapatos.

 

Kika

2007

 

 

 

lunes, 26 de noviembre de 2012


ADICCIONES

 

A quien desee  viajar

Le digo, la marihuana

La coca, el opio y el  ácido

Para el que quiera soñar

Cigarros, y cigarrillos

Al que se pueda animar

Vino blanco y vino rojo

Para el que gusta vivir

Buena mesa y cosas ricas

Nadie se podrá negar

Los libros también tienen

Sus adictos por doquier

El cine, los espectáculos

En Corrientes y los shoppings

Siempre los vas a encontrar

Los burros, truco y póker

Escondidos, pero están

Teclados y monitores

También tienen su sector

Coca cola y aspirinas

Para la vida agitada

Que nunca deben faltar

A mí, ¿por qué lo voy a negar?

A mi  me gustan los Sugus

Naranja, menta y limón

En cuanto tomo el paquete

Ya no me puedo aguantar

Y hasta que no veo el finish

Es cosa de no parar

 

 

 

KIKA

 

viernes, 9 de noviembre de 2012


MUÑECA SIN NIÑA

 

En la calle Salta existen desde tiempo inmemorial las llamadas “Clínicas de muñecas”

 

Margarita iba con su mamá todos los viernes a almorzar con su tía Ester que vivía en el barrio de Montserrat. A la niña, que en ese entonces tendría unos siete u ocho años le encantaba caminar unas cuadras por esa calle para contemplar las vidrieras de los negocios donde “curaban a las muñecas”. A instancias de ella su madre accedía a bajarse antes del colectivo y hacer caminando un tramo para darle el gusto. La nena gozaba frente a esos negocios misteriosos donde nunca entraba ni salía nadie. Siempre oscuros, parecían eternamente cerrados porque tampoco se veía gente adentro. El polvo del tiempo había uniformado todo lo que se veía (muñecas viejas, sillones, pequeños muebles y algunos libros) con una pátina gris claro.

Pero también sufría, se le notaba en sus ojos, sobre todo cuando posaba sus ojos en una vieja Shirley Temple, muñeca muy de moda a fines de la década del treinta que se caracterizaba por poseer una hermosa cabellera rubia y rizada así como la de la actriz que llevaba su nombre.

Margarita miraba con deseo el vestido descolorido y roto. Lo encontraba encantador y la transportaba a épocas muy antiguas que sólo podía ver en el cine. A la muñeca también le faltaba un pie y tenía los ojos vacíos.

La madre la dejaba un rato pero después empezaba a impacientarse.

-Nena, vamos, llegaremos tarde a lo de la tía.

Margarita se ponía muy triste al pensar que hasta la semana próxima no podría ver de nuevo a su amada muñeca.

-Un ratito más, mami.

-Hija, el negocio es un asco, debe de haber un olor a humedad adentro y todo está desvencijado.

-Pero a mí me gusta.

-Los abuelos te van a regalar una muñeca como la gente.

 

Margarita sabía que eso era verdad. Ya sus abuelos le habían dicho que fuera a elegir su muñeca al negocio de Mariquita Pérez, en las Galerías Pacífico. Por supuesto la niña ya había ido. En una enorme vidriera que ocupaba toda la punta de la salida por la avenida Córdoba, decorada primorosamente, se veían todas las Mariquitas Pérez, rubias, castañas y morochas, jugando, tomando el té. Algunas sentadas en hamacas parecían pequeñas señoritas que conversaban. Había roperitos con vestuarios completos.

Frente a esto Margarita también disfrutaba como nunca. Era una delicia verlas tan bien vestidas y con los cabellos relucientes. Pero al cabo de un tiempo su carita se ensombrecía recordando a su muñeca. A pesar de que su madre le contaba que las Shirley Temple eran de muy buena calidad no podía entender por cuál motivo la suya había llegado a tal estado. “Su dueña debe de haber sido una niña muy mala para maltratarla así” pensaba. “Si yo la pudiera tener en mis brazos la querría como me quiere mi mamá”.

 

Por fin llegó el día del cumpleaños de Margarita. Ese día sus abuelos la invitaron a su casa y no bien entró en el departamento encontró a la Mariquita Pérez sentada en un ángulo del gran sillón del living. Tenía el cabello color castaño y los ojos azules. Vestía una solera de rayas blancas y rojas y de un dedito colgaba el anillo de oro que su padre le había prometido.

Margarita corrió a tomarla en brazos y se extasió contemplando los vestidos y los zapatos que había en una caja celeste, también sobre el sillón. Se puso el anillo que llevaba grabado su nombre. Su familia la miraba enternecida. La mente de la niña voló por un segundo a la vidriera de la calle Salta y dejó escapar una lágrima. Su hermana mayor se acercó emocionada y le tendió un pañuelo. Todos pensaban que la niña era extremadamente sensible, que todo ese agasajo la había emocionado y trataron de consolarla.

 

La única que intuyó algo fue su madre que evitó mirarla directamente a los ojos. Margarita lloró por su muñeca rubia de mirada vacía: su muñeca sin niña.

 

 

viernes, 2 de noviembre de 2012


MENTRE DORMIVI

Para Belén             

É l´ora di dormire,

Non sei stanca?

Voglio contemplarti

Abbandonata ai tuoi sogni

Guance di gelsomino

Profumo dell´infanzia

Abbracciando molto forte

Il tuo caro Simba

 

Mi piacerá guardarti

Cosí, molto tranquilla

E seduta al tuo fianco

Spazzeró le nuvole

Che possano farti male

Quando gnomi e fate

Siano giá vicino a te

Cominceró la storia

Che sará la tua

Intrecciata con la mia

 

Domani, quando aprirai

Il cielo dei tuoi occhi

E verrai da me

A svegliarmi con un bacio

Ti strnigeró fra le mie braccia

Lasceró la fiaba

Li, sopra il távolo

 

Quando tu sarai una donna

E andrai per la vita

Sicura dei tuoi passi

No scordar questa storia

Che ti ha scritto tua nonna

Qui, mentre dormivi    

              
         Kika.....agosto 2002                                        

martes, 30 de octubre de 2012


ERA EN HAEDO

 

No era en Ramos Mejía como yo pensaba. Ella me lo recordó cuando la llamé.

-No te olvides José Luis, tenés que bajar en Haedo.

Seguía viviendo en el mismo lugar y todavía se acordaba de que yo siempre me confundía y me bajaba una estación antes.

-Nos vemos en una semana querida.

Hubiera deseado hablar un poco más pero el maldito celular, en el fondo del bolsillo del saco, comenzó a sonar. En esos días yo andaba detrás de un negocio y estaba obligado a atender pero no soportaba la musiquita. Era nuevo y aún no lo había configurado a mi gusto.

Mamá me preguntaba a que hora iba a ir a comer y porque le contestaba de esa manera, que parecía que su llamado me molestaba, que iban a venir los chicos también y que si quería llevar la ropa para lavar no había problema.

¿Llamaría a Susana de nuevo?

Descarté la idea. Ya no tenía sentido hacerlo, si la iba a ver seguro me contaría que había hecho todos estos años.

 

El día era gris y amenazaba tormenta. Preferí tomar el tren. Esos lugares no me gustaban nada. No me sentía seguro y además la casa estaba a dos cuadras de la estación. Pero no había tenido en cuenta esto del tiempo. Ni siquiera tenía un miserable paraguas.

Mi preocupación por la lluvia cesó de golpe cuando lo vi. Parado en el andén de enfrente, (venía de Moreno). Me miraba fijo y tenía una maldita campera, de esas que sirven para la lluvia, el frío, la nieve, el granizo y la escarcha.

Me llevaba ya algunos puntos de ventaja.

No me dejé amedrentar. Se lo veía algo encorvado y muy canoso. Yo conservaba mi físico atlético y mi pelo oscuro que olía a champú de calidad, era brillante y con algunas canas que me daban aspecto de galán. Yo sé que mi ascendencia indígena me habría de servir con los años. En la escuela me decían “cabecita negra” despectivamente. Los verdaderos amigos me decían “Negro” con cariño. Ella, también.

“¿Qué hago?” pensé. “¿Me hago el sota y apuro el paso o voy hacia él y lo saludo y vamos juntos hasta lo de Susanita?”

Cualquiera de las dos opciones me parecían de cuarta pero la de hacerme el boludo era peor, así que apronté el paso y fui a su encuentro.

El cielo se oscurecía velozmente.

En su cara se dibujó una sonrisa cuando se dio cuenta de que era yo, hasta ahí no estaba muy seguro, me dijo después. Le parecía nomás.

Los anteojos le achicaban la mirada pero seguía teniendo esa carita de ángel que gustaba tanto a las mujeres.

-¡Che viejo, tanto tiempo! Exclamó mientras me estampaba un sonoro beso en la mejilla derecha acompañado de un fuerte apretón de manos. En mi bolsillo comenzó a sonar el celular.

El se apartó de manera prudente y me dejó libertad para atender.

De nuevo mamá. ¿Por donde andás? Ojo con el auto que hay alerta meteorológico y puede que haya granizo. Mirá que con estas tormentas los árboles suelen caerse. Lo mejor es quedarse en casa. Che, no es para que te enojés.

Es increíble todas las palabras que pueden contener diez segundos.

Todo bien mamá, quedate tranquila.

Y corté.

-¡Qué bien estás! y pasó su mano por sobre mis hombros como si fuésemos amigos de toda la vida.

Su alegría parecía sincera pero hacía treinta años que no nos veíamos.

Tanta familiaridad me confundió un poco. Más de lo que estaba.

Comenzamos a caminar bajo una lluvia de gotones gruesos y separados.

-Che, viejo, no me acuerdo de tu nombre. Me dijo avergonzado.

-No te preocupés, yo tampoco del tuyo. Mentí, mentí como el peor. No sé si el hacía lo mismo aunque me seguía pareciendo sincero.

-Me decían “El Negro” pero me llamo José Luis.

-¡Claro! ¡Ahora sí! José Luis Ferrero, ¿no?

-Sí ¡que memoria tenés!

-La lista, pibe, la lista, no te la olvidás nunca; Alcaraz, Arcuri, Benitez,…

-¿Y vos?

-Luis, Luis Alberto Carro.

-¡Ah sí! ¡Es cierto!  Seguí mintiendo.

Lo tuve presente cada día durante los últimos treinta años. No hubo mañana que no me despertase sin acordarme de él.

Su voz me llegó desde lejos.

-Ya estamos, esta es la casa.

La lluvia arreciaba y nos golpeaba furiosa con ráfagas entrecruzadas.

Mi saco sport se iba estropeando de a poco.

La puerta se abrió.

-Buenas tardes, señores. ¿Qué andan buscando?

La señora mayor que nos atendió tenía los ojos parecidos a los de Susana. Pero no podía ser, era mayor, mayor. Muy mayor.

-Somos amigos de Su…. Comenzó a decir Luis Alberto.

-Sana, continué yo.

La señora dio un respingo y miró al piso. Enseguida nos hizo pasar a un saloncito y nos ofreció café que aceptamos gustosos.

La tormenta se había transformado en un vendaval de lluvia y granizo. Me alegré de haber dejado el auto. El seguro no me iba a reconocer ni ahí. Esa compañía era una porquería.

Cuando volvió con el café se sentó enfrente nuestro y nos preguntó de donde conocíamos a su hija.

-Del secundario. Dijo Luis Alberto.

-Quinto primera. Agregué yo.

-Ustedes no saben nada, entonces.

-¿Nada de qué señora? Hablamos con ella el martes pasado. Dijo Luis Alberto desconcertado.

-Quedamos en pasar a visitarla hoy. Continué yo.

 Ambos nos dimos cuenta que hizo un esfuerzo para seguir hablando y después de un largo suspiro dijo:

-Mi hija… murió hace dos días. Estaba bien pero…

-¿Qué?????????? Los dos al unísono.

-Estaba haciendo tratamiento y había mejorado pero se complicó con un aneurisma. ¡Pobrecita! ¡Tan joven! Dejó seis hijos y un marido desesperado. ¿Se imaginan?

-Pero si hablamos el martes pasado… balbuceó Luis Alberto.

Yo:

-Hace menos de una semana. Dije más firme.

Él:

-Quedamos en venir hoy. ¿Sabe? Éramos amigos, muy amigos los tres.

La buena educación y la congoja de la señora me impidieron decirle cuatro frescas ahí nomás. “Era mi novia desde primer año, vos me la robaste, grandísimo desgraciado”

La señora sacó un pañuelo y fue a cerrar los postigones. Afuera parecía de noche. Se escuchaba el golpe de una ventana. Ella pidió disculpas y subió.

Después de tomar el café y conversar, la mamá de Susana al parecer necesitaba

desahogarse, partimos nuevamente.

 

La lluvia había cesado y las nubes se estaban yendo. Hacía frío.

Pensé “ella me dijo que no me equivocara, que era Haedo, que yo siempre me bajaba una antes, y ahora está muerta”.

Esta vez cada uno tomó para lados contrarios aunque sabíamos que nos veríamos de nuevo en la estación. Pero él iría hacia Moreno y yo hacia la Capital. Ambos pensaríamos lo mismo durante el trayecto.

Eso teníamos en común.

 

Al verlo nuevamente en el andén se me ocurrió que éramos uno donde convivían dos hombres: el que la amó y el que la abandonó.

El cielo se oscureció por segunda vez en el día.

“Todo esto es una mierda” pensé y corrí hasta la punta de la estación. Alcancé a cruzar delante del tren. Los pocos transeúntes me miraban sorprendidos. Escuché al pasar: “¡Qué irresponsable!, así suceden los accidentes”

Me vio cuando ya las puertas se habían cerrado. A través de los vidrios su mirada denotaba compasión. El insulto se diluyó en mi boca con un gusto amargo.

Volví a cruzar para esperar mi tren. En ese momento el celular vibró en mi bolsillo. Tanteé la tecla de apagado. No podía hablar, necesitaba tiempo para reflexionar. Si era mi madre peor para ella y si era lo del negocio en vista, a lo mejor sería yo el perjudicado. Y bueno, quizás mañana se aclararían las ideas.

Alcancé a entrar cuando el vendaval arreciaba de nuevo y con más fuerza.

 

Kika

2009